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domingo, 13 de abril de 2014

Contratos verbales.

El papel, no es el único testigo de lo que prometemos; aunque éste no se agote, no se desgaste, y permanezca al tacto. Dicen que es mejor dar las cosas por escrito, porque las palabras: se las lleva el viento. ¿Pero qué tiene un papel de especial? ¿Qué cambia? Una racha de viento, echa a volar el papel como un día pudo echar a volar trescientas palabras. Lo dicho queda dicho, al igual que lo escrito queda visto. Parece incluso estúpido, que nos haga falta un insignificante folio para que lo que sentimos o pensamos: no se vaya con el tiempo o con el viento. Habrá momentos de nuestras vidas, en los que nos prometeremos diversas cosas, en los que miles de sensaciones aflorarán como juramentos... Y quizá, en esos momentos: no tengamos a mano un papel para escribirlo y solo nos queden las palabras y el consuelo de que nuestro corazón, lo guarde todo. O tal vez, éste también se olvide...
Pero me bastará mirarte a la cara y saber que no nos hizo falta un papel, para cumplir aquello que sentimos. 

Que quiero estar contigo hasta el ultimo día de mi vida y que hasta ese mismo día sintamos todo lo que sentimos ahora♥
Te amo [18O511]

Como pieza de un dominó.

Gravedad: palabra que olvidamos cuando nos sentimos en lo más alto, cuando caminamos con la cabeza alta, y que recordamos, cuando caemos. Punto de la vida en el que todo da un giro de 180º y lo que tenías ya no es seguro. En el que te empiezas a preguntar por qué las cosas cambian y por qué la gente cambia con ellas, o quizá en el que te das cuenta de que las experiencias y el cambio te golpearon más fuerte de lo que debían y los moratones duran más tiempo; el necesario para darte cuenta de que nada es estable. A continuación, todo es como antes. Rutina. Vivir durante un determinado periodo la misma historia hasta que te canses o hasta que todo de nuevo, vuelva a ser distinto. Persigues lo que quieres alcanzar, luchas por lo que anhelas, te formas un futuro inexistente y lo siguiente: te ves en un callejón sin salida. Físicamente te sientes capaz de arrasar con una multitud de gente y obstáculos en tu camino, pero mentalmente: ya no puedes más. Y es que ya no es el cambio, ni la vida, ni los obstáculos, ni las personas, sino tú misma. Has permitido que todo te superara, has dejado que el control de todo lo tomase un corazón al que le encanta ir a mil por segundo y una razón carente de lógica. Te viste con un principio sin sentido y ahora, con un final de lo más normal. Cayendo, como pieza de un dominó.